En la mayoría de los casos, las tapas metálicas van a estar en contacto con productos sensibles, ya que se utilizan en gran medida para cerrar aquellos envases metálicos que están destinados a la conservación de vegetales, frutas, salsas, bebidas, formulados en polvo, y un sinfín de alimentos. Es por ello que dichas tapas metálicas deben llegar en condiciones óptimas de calidad e higiene hasta el envasador, que será el encargado de utilizarlas para cerrar su producto enlatado. En eso juega un papel muy importante el tipo de empaque que utilicemos para embalar las tapas metálicas, desde el momento de su fabricación por parte del fabricante de latas, hasta el momento de su utilización para cerrar la lata por parte del conservero. En la actualidad existen dos grandes tipos de embalaje para mantener las tapas metálicas en condiciones óptimas: la bolsa de papel (o manga de papel) y el plástico termorretráctil micro-perforado. ¿Cuál de ellos es más ventajoso? La respuesta no es tan sencilla y por eso hoy analizaremos los principales criterios a tener en cuenta a la hora de seleccionar el embalaje más adecuado.
1. Manipulación:
Por lo general, las tapas en bolsas de papel son más cómodas de utilizar por parte del envasador, sobre todo cuando se lleva a cabo una alimentación manual de tapas a la cerradora por parte del operario. En la mayoría de los casos, la propia bolsa actúa de prolongación de la canal de alimentación de tapas a la cerradora, otorgando un extra de autonomía a la máquina.
Esta circunstancia cambia totalmente cuando la alimentación de tapas a la cerradora se lleva a cabo de forma automática, es decir, a través de desembolsadoras o desenvolvedoras de tapas encargadas de retirar el envoltorio, ya sea papel o plástico, que recubre las tapas. En este caso, las tapas envueltas en plástico adquieren ventaja respecto al papel debido a que la operación de desembolsado automático se simplifica enormemente.
2. Absorción de humedad:
Son diversos los agentes contaminantes que amenazan a las tapas metálicas, pero tal vez uno de los más importantes y dañinos sea la humedad. En este aspecto, las bolsas de papel, con un poder de absorción de humedad muy superior al del plástico, aseguran mantener las tapas libres de posibles oxidaciones por el efecto del agua que flota en el ambiente. Esto posiciona al papel con ventaja frente al plástico a la hora de exportar las tapas por vía marítima.
Sin embargo, hay que tener en cuenta que el plástico utilizado para embalar las tapas siempre es micro-perforado, precisamente para poder ofrecer una vía de escape a la humedad residual que hay en las tapas. Esto hace que la ventaja del papel frente al plástico en este aspecto no sea tan grande. Además, con un paletizado adecuado de los paquetes de tapas podemos asegurar que estos se mantengan secos y libres de oxidación.
3. Automatización del empaque:
Cuando se plantea la necesidad de automatizar el embolsado de tapas, el plástico siempre es la mejor opción. Las embolsadoras de tapas en plástico siempre son menos costosas que sus homólogas en papel. Además, las embolsadoras de tapas en papel son máquinas más sofisticadas que requieren de un mantenimiento más exhaustivo.
4. Higiene:
El papel, al ser más poroso, es más propenso a alojar en él microorganismos indeseados que pueden derivar en una posterior contaminación del producto. Esto hace que el plástico sea un material más adecuado para manipular en ciertas ocasiones, como por ejemplo en el interior de una sala blanca (o sala de llenado) donde se pretende mantener un alto nivel de higiene.
5. Empaquetado:
El empaquetado en plástico ofrece una mejor compactación del paquete de tapas que la que conseguimos con las bolsas de papel. Al tratarse de un plástico termorretráctil, este consigue una total adaptación a la forma de la tapa y la envuelve mejor. En contrapartida, las bolsas de papel cuentan con una mayor tolerancia entre las tapas y el papel que las envuelve, lo que puede originar problemas de movimiento de las tapas en el interior de la bolsa.
6. Reaprovechamiento:
Las bolsas de papel se pueden reutilizar una vez vaciadas las tapas de su interior. En cambio, esto no ocurre con el plástico ya que para sacar las tapas es necesario romper su envoltorio, dejándolo por tanto inservible.
7. Coste:
Desde el punto de vista económico, el plástico es mucho menos costoso que el papel. Este parámetro puede ser decisivo a la hora de tomar una decisión sobre el tipo de material de empaque a utilizar para embalar nuestras tapas, sobre todo cuando no intervienen otros criterios.
8. Impacto en el medioambiente:
La materia prima para producir el papel es la madera, un recurso renovable e inagotable. En cambio, los envases de plásticos derivan del petróleo, un recurso cada vez más escaso y caro. Además de reutilizables, los envases de papel son reciclables: el papel es un material que se puede reciclar hasta seis veces, de hecho, más del 80% de papel que se produce en España se hace con papel reciclado. El plástico también es reciclable, pero su proceso es más complicado y costoso.
Por otra parte, si un envase de papel acaba en la naturaleza, no dañaría el ecosistema. Al ser un producto natural, se biodegradaría en un periodo de entre 2 y 5 meses, sin perjuicio para el medio ambiente. Por el contrario, los envases de plástico no son biodegradables y tardan más de 400 años en desaparecer del ecosistema. La huella de carbono en todos los procesos del ciclo de vida del papel es negativa (absorben más CO2 del que emiten a la atmósfera), convirtiéndose en la opción más ecológica.
9. Personalización:
Las bolsas de papel ofrecen un embalaje con infinitas posibilidades creativas, dotando al producto de diferenciación frente a la competencia. Además, ofrecen más facilidad para imprimir la marca o cualquier diseño gráfico en ellas: logotipo, referencias, códigos de barras, etc.
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